Inocente preparativo para la Navidad

La combinación de todos los detalles, incluso los más pequeños, que conforman el ambiente navideño rinde, a su manera, un homenaje a aquella noche que vio nacer en la gruta de Belén al Redentor esperado.

A medida que se acercan las celebraciones navideñas, en la mirada de algunas personas con las que casualmente nos cruzamos se percibe una nostalgia, una sed espiritual, un deseo —a veces subconsciente— de redescubrir el verdadero significado de la Navidad.

En efecto, en nuestros días esta festividad se presenta bajo una envoltura de ajetreo, de compras, de relaciones sociales, de fruición, que impiden que se manifieste su auténtica e inocente alegría. En lugar de dirigir sus corazones hacia el Dios Altísimo que vino hasta nosotros, asumiendo la pobre naturaleza mortal para salvarnos, el mundo pone su atención en un ídolo: Mammón, el dios del dinero. Las costumbres con las que los distintos pueblos reviven el nacimiento de Cristo se van volviendo cada vez más masificadas por esa idolatría universal, centrada en todo lo que puede haber de perecedero y olvidada de los valores eternos.

¡Cuán diversas son las riquezas nacidas de una sociedad dócil a la luz de Dios! En este sentido, las tradiciones navideñas de Alemania se destacan. Comúnmente considerada como una nación filosófica y militar, en el tiempo de Navidad, no obstante, se adorna de una delicadeza de alma capaz de interpretar «el sentimiento de ternura que debía suscitar en alguien que ve en el pesebre a un niño frágil, con todas las debilidades físicas de la infancia, llorando y con frío, pero que es el propio Dios».1

Este equilibrio perfecto entre combatividad y dulzura sólo florece en plenitud en el alma realmente católica, que sabe admirar lo que hay de sublime y maravilloso más allá del mundo concreto y que, por tal motivo, busca representar en las realidades materiales aspectos de una belleza que no existe en esta tierra, pero que ella desea porque fue creada para el Cielo.

Ahora bien, en el nacimiento del Salvador no solamente algo de las moradas eternas comenzó a habitar entre nosotros, sino que el propio Creador del Paraíso es quien ha venido a convivir con nosotros. La humanidad ha pasado por milenios de espera y de preparación para tal suceso y, a través de los siglos, la Santa Iglesia revive aquella jubilosa esperanza durante el tiempo litúrgico del Adviento.

Ejemplares de calendarios de Adviento

En la esfera temporal, una tradición alemana, mejorada con el paso de las décadas, expresa de manera muy cándida esa expectativa: la confección de un calendario con los días previos a la Navidad. En su versión más elaborada, presenta una serie de ventanas que han de ser abiertas cada día, y que ocultan un símbolo religioso o una alegoría navideña.

En algunas ciudades, la composición es trasladada a la fachada de edificios públicos significativos, llamando la atención de los transeúntes a lo largo de esas semanas. De este modo, los fieles se preparan inocentemente para la Navidad, poniéndose en la perspectiva del acontecimiento que reviviremos la noche del 24 al 25 de diciembre, y los niños, sobre todo, templan su pueril ansiedad por la llegada de ese gran día.

Ejemplares de calendarios de Adviento

Las ilustraciones escondidas detrás de cada ventanita se asemejan en general a las imágenes contenidas en las músicas germánicas propias a la noche santa: «Un pueblecito nevado, con sus tejados, en forma de cono, blanquitos, las casitas marrones, todo pareciendo hecho de pan de miel listo para ser degustado. Y una pequeña iglesia como de mazapán, […] el camino que conduce al templo, un poco en zigzag […]; la campanita que suena a determinada hora y las familias que aparecen todas abrigadas —cada individuo como si fuera un pompón de lana—, niños que van en fila, llevando linternas […]. La nieve, sin hacer ruido, cae en ligeros copos. Un inmenso silencio, recogido, de una noche sagrada, en la cual el mundo piensa en el silencio que rodeaba la gruta y el pesebre».2

En este Adviento, hagamos el propósito de montar también nosotros un calendario parecido. Sin embargo, no será necesario que lo tengamos —impreso o confeccionado cuidadosamente en casa— en nuestras manos; conviene, sobre todo, que lo llevemos en el corazón: cada día, tratemos de desprendernos de nuestro egoísmo y de las cosas pasajeras de esta tierra, y abramos un nuevo espacio en nuestro interior para que la Santísima Virgen deposite ahí algo maravilloso que nos acerque al Paraíso, haciendo sonreír al Niño Jesús que pronto nacerá místicamente. 

 

Notas


1 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 3/1/1989.

2 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. «Stille Nacht». In: Dr. Plinio. São Paulo. Año XIII. N.º 153 (dic, 2010); p. 33.

 

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