¿A quién nos dirigimos cuando rezamos?

Nuestro Dios es el Dios personal, trascendente, omnipotente, infinitamente perfecto, único en la trinidad de las personas y trino en la unidad de la esencia divina, Creador del universo, Señor, Rey y último fin de la historia del mundo, el cual no admite, ni puede admitir, otras divinidades junto a sí.

Educar en la oración según la tradición de la Iglesia

El deseo de aprender a rezar de modo auténtico y profundo está vivo en muchos cristianos de nuestro tiempo, a pesar de las no pocas dificultades que la cultura moderna pone a las conocidas exigencias de silencio, recogimiento y oración. […] Sin embargo, frente a este fenómeno, también se siente en muchos sitios la necesidad de unos criterios seguros de carácter doctrinal y pastoral, que permitan educar en la oración, en cualquiera de sus manifestaciones, permaneciendo en la luz de la verdad, revelada en Jesús, que nos llega a través de la genuina tradición de la Iglesia. […]

El contacto siempre más frecuente con otras religiones y con sus diferentes estilos y métodos de oración han llevado a que muchos fieles, en los últimos decenios, se interroguen sobre el valor que pueden tener para los cristianos formas de meditación no cristianas. […]

Para iniciar esta consideración se debe formular, en primer lugar, una premisa imprescindible: la oración cristiana está siempre determinada por la estructura de la fe cristiana, en la que resplandece la verdad misma de Dios y de la criatura. […] El cristiano, también cuando está solo y ora en secreto, tiene la convicción de rezar siempre en unión con Cristo, en el Espíritu Santo, junto con todos los santos para el bien de la Iglesia.

Fragmentos de: SAN JUAN PABLO II.
«Orationis formas», carta publicada por la
Congregación para la Doctrina de la Fe
, 15/10/1989.

La oración es una relación personal con el Dios vivo y verdadero

El hombre lleva en sí mismo una sed de infinito, una nostalgia de eternidad, una búsqueda de belleza, un deseo de amor, una necesidad de luz y de verdad, que lo impulsan hacia el Absoluto; el hombre lleva en sí mismo el deseo de Dios. Y el hombre sabe, de algún modo, que puede dirigirse a Dios, que puede rezarle. Santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes teólogos de la historia, define la oración como «expresión del deseo que el hombre tiene de Dios». Esta atracción hacia Dios, que Dios mismo ha puesto en el hombre, es el alma de la oración […].

Sin embargo, la búsqueda del hombre sólo encuentra su plena realización en el Dios que se revela. La oración, que es apertura y elevación del corazón a Dios, se convierte así en una relación personal con Él. Y aunque el hombre se olvide de su Creador, el Dios vivo y verdadero no deja de tomar la iniciativa llamando al hombre al misterioso encuentro de la oración.

Fragmentos de: BENEDICTO XVI.
Audiencia general, 11/5/2011.

Necesidad de unir la verdadera y digna noción de Dios a su nombre

No puede tenerse por creyente en Dios el que emplea el nombre de Dios retóricamente, sino sólo el que une a esta venerada palabra una verdadera y digna noción de Dios. Quien, con una confusión panteísta, identifica a Dios con el universo, materializando a Dios en el mundo o deificando al mundo en Dios, no pertenece a los verdaderos fieles.

Ni tampoco lo es quien […] pone en lugar del Dios personal el hado sombrío e impersonal, negando la sabiduría divina y su providencia, «la cual se extiende poderosa del uno al otro extremo» (Sab 8, 1) y lo dirige a buen fin. Ese hombre no puede pretender que sea contado entre los verdaderos fieles.

Fragmentos de: PÍO XI.
Mit Brennender Sorge, 14/3/1937.

No emplear el nombre tres veces santo de Dios como una etiqueta vacía de sentido

Vigilad, venerables hermanos, con cuidado contra el abuso creciente, que se manifiesta en palabras y por escrito, de emplear el nombre tres veces santo de Dios como una etiqueta vacía de sentido para un producto más o menos arbitrario de una especulación o aspiración humana; y procurad que tal aberración halle entre vuestros fieles la vigilante repulsa que merece.

Nuestro Dios es el Dios personal, trascendente, omnipotente, infinitamente perfecto, único en la trinidad de las personas y trino en la unidad de la esencia divina, Creador del universo, Señor, Rey y último fin de la historia del mundo, el cual no admite, ni puede admitir, otras divinidades junto a sí.

Fragmentos de: PÍO XI.
Mit Brennender Sorge, 14/3/1937.

A nadie le es lícito decir: Creo en Dios, y esto es suficiente para mi religión

La fe en Dios no se mantendrá por mucho tiempo pura e incontaminada si no se apoya en la fe en Jesucristo. «Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo» (Lc 10, 22). […] A nadie, por lo tanto, le es lícito decir: Yo creo en Dios, y esto es suficiente para mi religión.

La palabra del Salvador no deja lugar a tales escapatorias: «El que niega al Hijo tampoco tiene al Padre; el que confiesa al Hijo tiene también al Padre» (1 Jn 2, 23).

Fragmentos de: PÍO XI.
Mit Brennender Sorge, 14/3/1937.

Sólo en Cristo podemos dialogar con Dios como hijos

La oración es la relación de los hijos con su Padre, y sólo en Cristo podemos dialogar con Dios como hijos y decir como dijo Él: «Abbá»

Debemos recordar ante todo que la oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo. […] Sólo en Cristo, en efecto, podemos dialogar con Dios Padre como hijos, de lo contrario no es posible, pero en comunión con el Hijo podemos incluso decir nosotros como dijo Él: «Abbá».

En comunión con Cristo podemos conocer a Dios como verdadero Padre (cf. Mt 11, 27). Por esto, la oración cristiana consiste en mirar constantemente y de manera siempre nueva a Cristo, hablar con Él, estar en silencio con Él, escucharlo, obrar y sufrir con Él. […] No olvidemos que a Cristo lo descubrimos, lo conocemos como persona viva, en la Iglesia.

Fragmentos de: BENEDICTO XVI.
Audiencia general, 3/10/2012.

Por la oración, abrimos ventanas hacia el Cielo

Los cristianos hoy están llamados a ser testigos de oración, precisamente porque nuestro mundo está a menudo cerrado al horizonte divino y a la esperanza que lleva al encuentro con Dios. En la amistad profunda con Jesús y viviendo en Él y con Él la relación filial con el Padre, a través de nuestra oración fiel y constante, podemos abrir ventanas hacia el Cielo de Dios. […]

Eduquémonos en una relación intensa con Dios, en una oración que no sea esporádica, sino constante, llena de confianza, capaz de iluminar nuestra vida, como nos enseña Jesús.

Fragmentos de: BENEDICTO XVI.
Audiencia general, 30/11/2011.

 

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